4 y 20 de la tarde… (solo un cubano sabe qué significa esta
hora), bajo el intenso sol santiaguero, afuera de un círculo infantil, una
madre observa la cara arrugada de su pequeño hijo.
¿Qué sucede? -le preguntó, esperando un bala por respuesta,
de esas que no se pueden esquivar o viene el llanto detrás.
Nada, -dijo el pequeño, con la bembita ya apretada- es que
dice la seño que todos los niños tenemos que ser como el Che, y yo no quiero
ser como el Che, yo quiero ser como mi papá.
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