El parque de mi casa es particular.
Es increíble, pero es
realmente particular. No está en mi casa, está al lado, y fue heredado como por cinco hijos cuando falleció la dueña.
Ese terreno es como una vieja puta: ha sido utilizado por todos y también maltratado por todos. Exhibió en toda su extensión las huellas y cicatrices de unos cuantos que han pasado por su vida.
Se convirtió en un solar cuando el incendio arrasó con una
casa. Después, devino en meadero municipal, o al menos meadero oficial de los
carnavales. Dice mi mamá, que desde cualquier ventana ella podría hacer, en
tiempos de carnaval, un análisis estadístico y muy exhaustivo del tamaño de los penes de los hombres santiagueros...
En él han matado y violado gente, niños han jugado, han vivido locos de la ciudad, una vecina tuvo sexo, homosexuales se han desvestidos, se han enamorado unos cuantos jóvenes, pequeños exploradores han cazado grillos y saltamontes, y por supuesto, está mi perra, ella caga ahí todos los días por la noche.
Ahora es un parque, pero no uno cualquiera, uno de "uso temporal", engalanado solo por el medio milenio de mi Santiago de Cuba... y además un catauro de la sociedad, por ahí desfilan todos esos personajes que solo salen en la noche, con sus extravagancias, atuendos y costumbres...
No hay comentarios:
Publicar un comentario