No recuerdo cuando fue la primera vez que me dijeron que
tenía problemas ideológicos, pero sí está muy fresca en mi memoria la última
ocasión.
Fue en uno de esos intercambios intelectuales –que casi se
convierte en duelo de sablazos– cuando dije que el que acepta un cargo
administrativo, sin tener deseos o aptitudes, me parecía una actitud cobarde.
Siempre he pensado que es más revolucionario decir NO cuando
no se puede, o no se desea – ¿por qué no?–, asumir una responsabilidad, que
hacerlo para al final, hacerlo (y valga la redundancia pues la otra palabra
sonaría muy fea), muy mal, o de mal agrado, que no es lo mismo y es peor.
Pues la persona en cuestión, por pensar así, me dijo que “ideológicamente
tenía problemas y no me identificaba”…. Identificarme con qué? Con la ineptitud
maquillada, con aquel ingeniero en energía atómica que de golpe y porrazo “cae”
para dirigir una cooperativa agropecuaria, o con el elefante que es
seleccionado para protagonizar una danza clásica en medio de un escenario
decorado con cristalería?
Yo tengo un sueño… el de vivir en un país donde los logros y
méritos profesionales, el llevado, traído e inflado currículum profesional,
griten más o hablen más de un profesional, que aspire a un puesto, que tener o
no una patente de corso.
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