A pesar de mi “desconecte” habitual de la realidad, las pistas
eran demasiado claras: niños corriendo, saltando y gritando… padres atrás,
gritando aún más.
Pequeñas personitas, casi como salidas de una matrioska, en
escalera, desafiando el envejecimiento poblacional de Cuba, se portaban en
franco irrespeto a cualquier orden social… casi como una prueba irrefutable de
la existencia del caos.
Y aún así, no sabía que era la semana de receso docente en
Cuba.
Solo me percaté cuando desde lo lejos, en mi centro de
trabajo, en un ambiente amenizado por el ir y venir de una manada desbocada de
niños, gritó la recepcionista: “fulanitaaaaaaaa cuando cojoneeeeeeeeee te vas
para tu casa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario