No sé si fue el día en que me tiraste un peo a la cara.
Quizás cuando despertaste a mi lado con el pelo lleno de artilugios, o la
ocasión que amaneciste con la braguita cómoda, esa de “estar en casa”, la que
tiene un par de huecos.
Puede que haya sido la ocasión que se me olvidó cepillarme
los dientes y te di un GRAN beso, o esos días en que mi cuerpo se peló a muerte
con la maquinilla de afeitar.
Solo sé que terminamos la etapa de cortejo, ahora
disfrutamos de un amor maduro.
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