Caminaba por la calle,
pensando en las musarañas, como siempre, no sé por qué pero he descubierto que
desandar es un buen momento para reflexionar...
Caminaba, tratando no
escuchar nada, y a la vez tratando de verlo todo.
Pasaba cerca de unas
carpas, donde se venden alimentos ligeros, y me sorprendió un ingenioso pregón:
"Pan con croqueta sin cola".
El primer hecho insólito
es el pregón, pues este está casi limitado a la venta ambulante, a no ser que
en la actualización del modelo económico cubano se perfeccione el trabajo
estatal y ahora sea requisito pregonar en las instalaciones no privadas... lo
dudo.
La segunda sorpresa es mi
ingenuidad. ¿Será un nuevo tipo de condimento? O peor, ¿se venden croquetas sin
ese nuevo condimento, llamado “cola”?
Pero mi ingenuidad, de la
cual me enorgullezco porque me controla la maldad, me jugó una mala pasada esta
vez.
¿Será croqueta de cola de
algún animal? ¿De pescado sin cola, por ejemplo? ¿La cola del animal sabe
diferentes al resto del cuerpo? ¿Producirá la cola de los animales alguna
enfermedad rara? Pensé en la cola de pescado que se comió mi gata…
Mi imaginación volaba,
buscaba explicaciones a la simpleza de un pregón. Tuve que preguntar.
¿No te das cuenta? Me dijo
la vendedora, muy joven y con voz dulce. ¿Serás acaso tan comemierda? ¿No vez
que no hay cola?
Me dejó sin palabras,
ojalá y ese mismo esfuerzo para crear un pregón llamativo lo invirtiera en
amabilidad.
Yo, urgentemente, tengo
que invertir en un poco de maldad.
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