El poeta , periodista y escritor Reinaldo Cedeño durante la presentación del libro “La Noche más Larga. Memorias del Huracán Sandy”. Foto Jorge Luis Guibert (Sierra Maestra) |
En mi aún corta vida, pocas veces he presenciado que un libro cause tanta curiosidad y ansias por ser leído y poseído. La Edad de Oro y Cien Horas con Fidel, son, quizás, las excepciones, y repito, en mi breve existencia…
Así sucedió también en Santiago de Cuba con “La noche más larga. Memorias del huracán Sandy”, un texto que muchos quisieran tener en sus manos, y desconozco si lo lograrán…
¿Por qué revivir la experiencia más lamentable de las últimas décadas en Santiago de Cuba? ¿Acaso una suerte de sentimiento colectivo de autoflagelación invade mi ciudad?
Confieso que la primera noticia que recibí del libro, y mira que ha sido bastante publicitado, causó en mí un inicial sentimiento de rechazo, ¿qué necesidad había de rememorar ese momento?
Reinaldo Cedeño, compilador de la obra, tuvo a su cargo la titánica labor de recoger la mayor cantidad de experiencias y aristas posibles sobre el devastador efecto de Sandy en Santiago de Cuba. Entre persuasiones, persecuciones y hasta aplicación de fuerza coercitiva, jajaja, se valió este multipremiado y talentoso periodista y poeta para entrar en la vida de las personas y que estas accedieran a desnudarse y contar sus vivencias personales sobre esa noche-madrugada.
Es increíble lo que se logró, pues poetas, investigadores, intelectuales, fotógrafos, periodistas cogieron en sus manos plumas, bolígrafos, teclados, y lograron despojarse de sus profesiones para relatar, desde lo personal, sus visiones sobre Sandy, antes, durante y después.
¿Valió la pena? “La noche más larga. Memorias del huracán Sandy” no es un libro para llorar. Tampoco es un texto de autocomplacencia, despojado de conflictos. Es una construcción colectiva que, como bien me confesara Cedeño en una ocasión, no captura la realidad (eso es imposible) pero sí un mosaico bastante colorido y diverso, y muy completo, me arriesgaría a firmar yo, pues refleja una impresionante cantidad detalles relacionados con el paso del meteoro.
No faltan las alusiones a los mitos de la invulnerabilidad ciclónica de Santiago de Cuba, tampoco las desgarradoras descripciones, las historias anónimas de verdaderos héroes, nacidos de personas comunes (historias que a veces ignoramos sean capaces de existir en nuestro patio…), tampoco están ausentes los conmovedores poemas que nacieron inspirados en este ciclón, y como cubanos al fin, igualmente está presenten las aristas de comicidad que salen de cualquier situación, siempre como ventanas entreabiertas que dejan entrever realidades no siempre agradables….
Es este, sin lugar a dudas, un libro muy sincero, contado tal cual sucedió: la poca o mucha preparación previa, la confianza o desconfianza de las personas en la recuperación, las bolas (chismes) que circulaban a toda velocidad por la población, los puntos de venta de alimentos que de pronto aparecieron en las calles como flores de una estación, las vicisitudes para recargar móviles, lámparas, en aquellas interminables horas de oscuridad…nada, o casi nada de aquellas primeras horas o días, escaparon de las páginas de este libro.
También están las imágenes, nacidas de lentes profesionales o amateurs, pero cargados de una indiscutible intencionalidad documental. Ellas hablan por sí solas.
Es una obra incompleta, ¿cuál no lo es? Pero esta, aunque se amplíe, se reedite, se enriquezca, siempre será incompleta, porque todos los que sufrieron aquella noche-madrugada tendrán algo que decir.
“La noche más larga” no dejará que Sandy se pierda en la memoria de los santiagueros, aunque como Flora, muchos vaticinamos que se convertirá en un mito en este suroriental territorio, que parecía haber sido olvidado por el paso de los ciclones.
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