Mi perra es el ser vivo de los que conozco que más actitudes
tiene para ser cederista.
Pasa horas asomada por la ventana, cualquier ruido en la
calle es casi un llamado obligado a mirar hacia afuera, y por si fuera poco,
forma tremendo escándalo por cualquier cosa.
Pero hay un ruidito que es casi un interruptor. Es el
chirrido de la reja de una puerta de una vecina, cada vez que se abre. Ella, la
vecina, alquila ilegal. Tiene en su casa una casa de citas. Mi perra responde
con ladridos a los chirridos de la puerta. Hay noches, que no hay quien duerma…
Mi Tula también tiene un especial lugar en la memoria para
recordar a Félix, el vendedor ilegal de leche que llega a mi casa todos los meses.
Ella lo huele desde lejos, le ladra casi de una forma histérica. Parece que lo
denuncia, que les dice a todos quién es él y en que anda. El pobre, casi ha
aprendido el lenguaje de señas, ya no pasa de la reja y en ocasiones prefiere
hacer las transacciones por la ventana. Le teme a mi perra más que a la de
vigilancia.
La noche es un momento especial. Mi perra siempre quiere
salir, igual que la presidenta del CDR, recorrer las calles, igual que la
presidenta del CDR, velar por la seguridad del barrio, igual que la presidenta
del CDR, patrullar el vecindario, igual que la presidenta del CDR, pero de
paso, también aprovecha y le caga el portal y el jardín a algunos vecinos,…
Quiero elevar la propuesta, la de incluir a mi perra en el
CDR. Pero no sé, temo que tomen mal la propuesta. ¿Qué hago, la dejo hacer
cederismo voluntario?
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