Del surco llega a mi casa las papas por oscuros caminos que incluyen
la bolsa negra, un viaje de incógnito de La Habana a Santiago, y cualquier
carretilla, camiones e impensables mecanismos de ocultación.
Ya en mi hogar, cumple ese ciclo vital que ha establecido mi
madre (por quien sabe qué razón), diseñado para satisfacer sus más ardientes
deseos por el tubérculo, desde el primer día, hasta que se agotan: puré de
papa, papa frita, papa con carne, crema de papa, ensalada de papa con huevo
hervido, mariquitas de papas… y comenzamos de nuevo.
Así, en un infinito ir y venir de papas, protegidas,
resguardadas y adoradas como un tesoro, hasta que se termina el valioso
cargamento, para empezar, nuevamente, en una búsqueda insaciable, otra vez el
“Ciclo de vida de la papa”.